22 enero, 2010

Alicia



- Este camino se llama Sepulcro.- Dijo el gato en la rama del inmenso roble, echado tan plácidamente que parecía que no se volvería a levantar de ahí nunca.
- ¿Por qué he de andar por un camino con un nombre tan terrible? - Alicia observo al gato entornando los ojos. Luego sacudio los olanes de su vestido rojo y le dio la espalda.
- Mi niña, no juzges a los locos por llamarse locos.
El gato al fin se puso de pie y ronroneo con suavidad. Saltó hacia la fresca hierba y erizó el lomo desperezándose.
- Yo sólo quiero salir de este país, pero no por el camino llamado Sepulcro -. Alicia comenzó a andar  lejos de la dirección que el gato le indicaba.
- Mi niña-, el gato ronroneó - no actues de manera tan atrabancada.
Sin embargo, Alicia no se detuvo. Comenzó a silbar despreocupada para acallar los melosos maullidos que resbalaban hasta sus oidos.
- Ese camino, mi niña, se llama Amante -. Le grito el gato desde la distancia - ¿Sabes lo que eso significa? ¿Andarás por él?
- Mejor para mi -. Alicia no se detuvo - Eso no suena tan feo como Sepulcro.
El gato ronroneó una vez más y comenzo a subir al arbol con brincos cortos hasta llegar  a su plácida rama.
-Oh, mi niña, no juzgues a los locos por llamarse locos, no actues de manera tan imprudente, no te ahogues con filtros de amor ni te duermas para siempre con sueños de romance.
Entonces se echo sobre la rama gruesa y bostezó. Observo cómo Alice desaparecia tras la lejanía del sendero y sonrió con más sorna de la que un gato podría jactarse pensar.
Alicia  continuó su camino orgullosa, no se doblegaria nunca por las palabras de un animal tan pequeño y miserable, tan pobre que su vida  no era más que dormir en una rama y sonreir como el loco que era.
Entonces apareció en medio del camino el hombre alto del sombrero. Un hombre de mirada sombría y risa cínica que alzó una ceja y la observo con ojos de halcón.
- Mi niña amante- Su voz era como un susurro distante en la inmensidad de una cueva - dime, mi niña amante, ¿me darás un beso?
Alice alzó el rostro ofendida.
- Eres descortez y eres un completo desconocido. Por suspuesto que no, ¡ni muerta!
El hombre cerró los ojos.
-Como ordenes mi niña amante.
Y entonces se escucho un zumbido.
Y entonces el gato ronroneó.
Y el hombre permanecio de pie en el camino.
Y la cabeza de Alicia cayó.

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